La gamificación, definida como la aplicación del uso de técnicas y mecanismos de juego en entornos no recreativos se ha convertido en toda una tendencia en el plano empresarial, siendo cada vez mayor el número de grandes corporaciones que recurren a este tipo de metodologías para motivar a sus empleados, clientes, distribuidores, etc.
Es decir, trasladando la función de gamificar hacia un vocabulario más sencillo, podríamos señalar que se trata de la acción correspondiente a atraer y estimular a las audiencias con una serie de recursos que ayuden a diseñar y a cumplir al mismo tiempo los objetivos marcados por la empresa.
De este modo, en muchas ocasiones las empresas utilizan la gamificación para fomentar valores tan positivos como el compromiso y la motivación por una marca en escenarios tan diversos como las áreas de formación, marketing, ventas y por supuesto la compleja labor de la atención al cliente.
No obstante, pese a la variedad de ejemplos que podemos detectar en un mercado con unos objetivos tan distintos, existen una serie de claves necesarias para que esta técnica tenga éxito:
– Especificar el perfil de jugador de cada uno de los usuarios participantes con el objetivo de aumentar las motivaciones.
– Construir un clima y entorno amigable y divertido, de modo que pueda llegar a contribuir a una mayor colaboración de los participantes.
– Explotar todos los recursos disponibles, entre ellos las diferentes plataformas tecnológicas.
– Orientar los comportamientos a inducir a los usuarios para que estos encuentren sentido a participar en el proyecto.
– Simular previamente la experiencia como participante, con el objetivo de tratar de analizar el valor que esta aporta y de este modo tratar de explotar esta actividad.
Por otro lado, además de tratar de fidelizar a los usuarios de sus productos y/o marcas, la empresa se dotará a si misma de una imagen de innovación que sin duda alguna, le permitirá empatizar más fácilmente con su público.
De este modo, ¿lo gamificamos?
Foto de Acido