Después de su nacimiento (En castellano, más o menos en 2008) y auge, entorno a 2012, hace ya casi un año que se viene hablando de la muerte o decadencia de los Booktráilers (Librotráilers, Bibliotráilers…), sin más razones quizás que la masificación de piezas de baja calidad y el rechazo por una parte (quizás minoritaria) del mundo literario.
Y es que este formato de marketing, creado sobre la base de los tráilers de la industria cinematográfica, sigue generando un intenso debate entra partidarios y detractores.
Rechazo Vs Utilidad
Las posiciones son claras. Los defensores consideran el Booktráiler un formato útil, efectivo y válido para la promoción y venta del libro, mientras que los detractores hablan de desprestigio y banalización.
Las grandes editoriales se aferran a las cifras. Aseguran que, según las estadísticas que manejan, 1 de cada 2 compradores se informa por medio de Internet sobre sus próximas lecturas, y que una de cada tres de esas consultas acaba recurriendo a un vídeo. Eso representa casi un 17% de su mercado, algo nada despreciable, sobre todo en una industria que lleva años sumida en una constante crisis.
El fondo de la cuestión
Éste es uno de los motivos que quizás explique el momento y furor inicial causado por el Booktráiler. Los primeros que aparecen en castellano datan de 2008, justo al principio de la crisis económica en que aún estamos sumidos, en lo que podría entenderse como una necesidad de encontrar nuevas formas de marketing que ayudasen a detener la pérdida de consumidores de libros.
Habiéndose colapsado la inercia cosnumista previa que también alimentaba la industria editorial y que permitía a las grandes editoriales minimizar los costes de marketing, se hizo necesario encontrar nuevas fórmulas con las que competir en un mercado completamente masificado y con superávit de títulos publicados anualmente. Apostar por un formato audiovisual dentro de una sociedad que ha ido tendiendo hacia el consumo generalizado de este tipo de productos, en detrimento de la lectura, sigue pareciendo, al menos a priori, una idea acertada. Si no puedes con tu enemigo…
Booktráiler y Social Media
Pero otro elemento a tener en cuenta, obviamente, es Internet y, en especial, las redes sociales. ¿Podríamos entender la difusión de este formato sin, por ejemplo, Youtube o Facebook? Evidentemente, no. Porque, antes de estas plataformas, antes del Social Media, además de los costes de producción (que en el caso de un producto de calidad pueden aproximarse a los 5.000€), habría que sumar los de contratar el tiempo en televisión o cualquier otro canal convencional (algo que también se hace, pero de forma claramente marginal).
En cambio, con las Redes Sociales, la difusión de un Booktrálier se puede realizar a un coste mucho más reducido y con una segmentación del mercado infinitamente más efectiva gracias a las herramientas de publicidad que estas redes han puesto a disposición de las marcas (Facebook, Twitter o Youtube Ads…). Sin olvidarnos claro, de la consolidación de Google y las herramientas de SEO y SEM que ha puesto a disposición de, en este caso, las editoriales. Esto, claro, siempre y cuando se haga de la forma adecuada.
Y todo ello sin contar con el factor de «viralización»: conseguir una difusión completamente gratuita gracias a los propios usuarios, reduciendo en consecuencia la inversión en publicidad.
No tan muerto
La consecuencia final es que, a pesar de las muchas veces notables voces críticas que reniegan del Booktráiler como herramienta para promocionar su obra (o los títulos de su catálogo), el Booktráiler sigue siendo un formato usado y aprovechado por la industria editorial para llegar al consumidor. Grandes y pequeñas editoriales, escritores que se autopublican y plataformas y agencias literarias de todo tipo siguen echando mano de un tipo de vídeo marketing que resulta efectivo y ayuda a generar interés por el producto.
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